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AEGIPTO

AJENATON MERECE NUESTRO RESPETO

AJENATON MERECE NUESTRO RESPETO


 

Cuando se habla de Ajenatón, es inevitable que unos lo vean desde una perspectiva puramente romántica. Y es más, que se vea como una revolución que se produce de sopetón ¡Deus ex machina!, o lo que es lo mismo, el dios aparece por arte de la magia, que se produce por el arte del pensamiento de Amenofis IV de forma totalmente espontánea y que, de la noche a la mañana, se transforma en Ajenatón; y cambia por ende la religión de todo un imperio. Siendo el precursor del monoteísmo. Y seguramente me vais a echar a los perros, pero … de eso nada de nada.

Ajenatón no inventó nada posiblemente, tan solo tuvo el merito de implantar, con más o menos acierto, un henoteísmo basado en las enseñanzas familiares que había recibido por una parte. Y como objetivo de difuminar inicialmente, sino anular, el poder de los sacerdotes de Amón, por otra. Y me explicaré, si me dejan antes de dilapidarme.

Lo cierto es que el punto crítico debemos buscarlo en otra época del antiguo Egipto, ese punto critico se alcanzó a la muerte de Tutmosis II.
El trono pasó a su viuda, la esposa real principal, Hatshepsut, que bloqueó la ascensión al trono de su auténtico heredero, Tutmosis III, durante 15 años. El sacerdocio de Amón fue fundamental a la hora de elevarla al poder. La recompensa fue llevar las riendas del reino, el prestigio real decayó. Desde este momento se revela claramente la magnitud de las ambiciones del culto de Amón, y el peligro que suponía para el trono, los sucesores de Hatshepsut intentaron evitar que se repitiese esa intromisión.

El enfrentamiento entre la casa real y el clero de Amón fue una constante lucha desde los tiempos de la coronación de Tutmosis III. Amenhotep II y Tutmosis IV se esforzaron en mantener fuera de la política al clero de Amón. Debemos remontarnos al reinado de Amenofis II para comprender el alcance de los recelos con que los faraones anteriores a Ajenatón contemplaron la influencia política de Karnac. Amenofis II comprendió el peligro que representaba la omnipotencia de Amón, su estrategia para contrarrestar el gran potencial de Karnac fue infundir un nuevo esplendor a Heliópolis, uno de los centros espirituales más antiguos del Egipto.

El precursor de las creencias solares que adoptarían los miembros de la casa real durante la dinastía XVIII, fue sin duda Tutmosis IV. Su reinado marca una revitalización del interés por el culto solar. Tutmosis venerará al dios solar tanto en Heliópolis, Giza y Karnac (obelisco en honor al dios solar), será en este momento cuando se recupere la representación del dios sol a través de la imagen de Atón, es decir, el disco solar (símbolo de la energía de Ra), a pesar de todas estas iniciativas la divinidad principal en Egipto sigue siendo Amón-Ra.
Tutmosis IV conmocionó al clero de Amón con la elección de la ubicación de su futura tumba. Según parece el soberano quiso romper con la tradición impuesta por el clero de Amón, tal vez el principio del alejamiento entre ambos poderes. Ante su inesperada muerte determinaron la construcción rápida de una tumba en el Valle de los Reyes.

Su hijo, Amenofis III llevó en sus primeros años de reinado una política de aproximación al clero de Heliópolis y al culto solar, en detrimento del clero de Amón. Amón se había fusionado con Amón-Rá. Proclama su unión con la esencia divina de Atón en vida. El Faraón desde ese momento es un dios viviente.
Amenofis III procuró mantener su preponderancia asiática a través de una intensa actividad diplomática y de matrimonios dinásticos. Su enlace con Tiye, muy posiblemente de origen Mittanni, no se vería como un acierto ya que se convertirá, a los ojos del clero de Amón celoso de sus privilegios, en una influencia negativa para el soberano.
Las líneas básicas de su reinado consistieron en mantener el prestigio y el poder de Egipto en las relaciones internacionales, controlar y disminuir el poder de los sacerdotes de Amón en favor de un absolutismo monárquico de origen divino. Favoreció el culto al antiguo dios solar Ra y a sus sacerdotes.

Por otra parte y con relación al propio culto al dios Atón no podemos obviar la premisa de que el faraón Amenofis II, nació en Menfis, la ciudad sagrada del dios Ptah. En su protocolo añadió el título de “dios regente de Heliópolis”, expresando así su interés por la antigua capital de Egipto. Heliopolis era sobre todo el centro teológico más antiguo del país, donde había tomado cuerpo por primera vez la sabiduría egipcia.

Sensible a esta primordial tradición, Amenofis II decidió infundirle un nuevo esplendor y darle mayor relevancia a la ciudad de Heliopolis y al culto a su dios Ra, autentico jefe, o cabeza visible, de la cosmogonía heliopolitana. En consecuencia, puso en explotación las canteras de Turra y emprendió la construcción de nuevos monumentos en Menfis y Heliópolis. Con esto esperaba equilibrar la omnipotencia de Amón y sus adoradores. Por lo demás, para Amenofis II, el señor de los dioses no es Amón, sino una “triada” divina llamada Amón-Ra-Atum.

Tutmosis IV, el sucesor de Amenofis II, vivió en el desierto una aventura asombrosa. Al final de un día de caza, se adormeció junto a la esfinge, la cual, en un sueño profético, le prometió favorecer su acceso a la realeza si la liberaba de las arenas del desierto. Tutmosis obedeció sus instrucciones y, en consecuencia, no fue entronizado por le dios Amón, sino por la esfinge, íntimamente relacionada con la religión de Heliópolis. Al elegir el nombre de “aquel que purifica Heliópolis y regocija a Ra”, Tutmosis IV toma sus distancias con respecto a los sacerdotes de Amón. El gran sacerdote deja de disponer del poder supremo sobre el conjunto de los cleros de Egipto y de ocupar la función de visir. Sin embargo, en los textos oficiales Tutmosis IV reconoce que es Amón quien concede las victorias militares e incrementa la gloria del país.
Los ejemplos de Amenofis II y Tutmosis IV demuestran que existía ya, antes del reinado de Akhenatón, una tendencia que consistía en equilibrar los diversos cultos egipcios y en no conceder la supremacía absoluta a los ricos sacerdotes de Tebas. Amenofis III precipitó esta revolución, sobre todo en el campo de las ideas religiosas, insistiendo en la importancia del dios Atum, primer creador, y en la riqueza simbólica del culto solar. Está claro que Ajenatón tomó del antiguo fondo egipcio la arquitectura y los símbolos de su reforma religiosa. Tutmosis IV y Amenofis II, respectivamente abuelo y padre de Ajenatón, tuvieron con el sol divino una relación más estrecha que los faraones precedentes.

Por otro lado tenemos a la madre de Ajenatón. Tiyi compartía esta concepción de lo sagrado en que la divinidad se expresaba de la manera más directa bajo la forma del sol. Favoreció al clero de la antigua ciudad santa de Heliópolis, restableciendo el equilibrio que se había perdido a favor de los sacerdotes de Amón, que conservaron, sin embargo, su preeminencia. Durante una ceremonia, en el momento de montar en una barca llamada “esplendor de Atón”, la reina Tiyi proclamó ante los miembros de la corte su inclinación a la mística solar. El dios Atón recibió así oficialmente la confirmación de la adhesión de la pareja real.

Con Tiyi no existe todavía una “religión atoniana”. Sólo una tendencia a promover una corriente muy antigua de ideas, que, por lo demás, comparte con su marido Amenofis III.

El futuro Ajenatón no pudo ser indiferente al clima religioso de la corte real. La fuerte personalidad de sus padres representó un papel determinante en la evolución de la suya propia, sobre todo a partir del momento en que se produjo el acontecimiento que decidiría su destino: la muerte de su hermano mayor.


Amenofis IV, realizó la coronación en Heliopolis y no en Karnac como era costumbre, se continúa confirmando la separación con el clero de Amón. En este aspecto, la reina Tiye y Nefertiti representaron un importante papel. La mayoría de los autores están de acuerdo en considerar a Tiye parcialmente responsable de la reforma religiosa atribuida a su hijo. Pero parece probable que esta mujer eminentemente inteligente y sensible tuviera que esforzarse por refrenar ciertos "excesos" del reformador, que podrían favorecer las reacciones dirigidas a aniquilar su obra. Por tanto, tal vez Ajenatón imprimió un ritmo muy acelerado en unas reformas que deberían haberse perpetuado en el tiempo para consolidarse.

La religión de Ajenatón era un culto evidente a los antepasados. Y fue el punto final a la avaricia y al oportunismo de los sacerdotes de Amón, en la reafirmación del poder real provocado por la humillación de Hatsheptsut un siglo antes.

En los últimos años se llevó a cabo una política exterior casi suicida, desentendiéndose por completo del peligro que para Egipto representaba la amenaza del reino hitita, dirigido por Shuppiluliuma. Este hecho está de sobra documentado en las cartas de Amarna.
Basado en algunas cartas del archivo diplomático, interpretadas de una manera unilateral en que se reflejan los pedidos de auxilio de los príncipes locales de Siria-Palestina al faraón dan la impresión de una crisis política considera que se hizo una inadecuada interpretación.

Se ha sostenido que Ajenatón era un rey pacifista, dedicado exclusivamente a sus innovaciones religiosas y, en materia de política exterior, había mostrado poca o ninguna participación, causando la pérdida de gran parte de sus posesiones asiáticas.
Sin embargo, evidencias arqueológicas, demuestran, que la actividad comercial desarrollada funcionaba con total normalidad. De acuerdo a los archivos oficiales del Estado, se comprueba que hubo una organización administrativa eficaz. En Nubia se realizaron actividades militares, descartando así la visión de una región pacífica y la inactividad del Estado en esta zona. Dichas campañas están registradas en dos estelas conmemorativas, que nos relatan el envío de una expedición dirigida contra Akita en el año 12 del reinado de Ajenatón.

Los edictos de prohibición de los nombres de Amón y Mut, fueron dictados en el tramo final del reinado de Ajenatón; concretamente se cree que fueron dictados tras la muerte de Smenjkhare. Y apenas un año después muere Ajenatón tras 17 años de reinado.

El seudo monoteísmo práctico de Ajenatón (realmente un henoteismo) [B]¿Hemos olvidado que a Ajenatón mismo se le rendía culto como dios y que el resto de divinidades locales no desapareció?[/B] Y recuerdo, monoteísmo = a un solo dios, sin matizaciones. Como decía, este henoteísmo o si lo preferís “seudo monoteísmo” fue impuesto con el objetivo de lograr una mayor concentración del poder real y una mayor legitimación del sistema político. El fracaso de la religión oficial fue debido a que el Estado instaló un sistema basado sobre el raciocinio intelectual, en un mundo pleno de tradiciones mitológicas, donde la sociedad egipcia no estaba preparada para especulaciones abstractas.

En los últimos tres años de gobierno, la muerte se pasea por Akhetatón de una forma excesivamente frecuente. Desaparecen muchas de las hijas de la pareja real, muere Tiye y lo más sorprendente en el último año mueren Smenjkhare, Metitatón y Ajenatón con edades muy tempranas. La línea de sangre esta básicamente eliminada.
Y es que la naturaleza a veces es muy cruel y exterminadora ¿O fueron los designios del enfadado dios Amón, interpretados por sus sacerdotes, los que propiciaron dicha sucesión de desgracias? Que cada cual piense lo que guste.


Lo cierto, y curioso es que, con la muerte de Ajenatón se empieza a desmoronar la gloriosa dinastía XVIII. De forma precipitada un pequeño Faraón sube al trono. Tutanjatón (muy probablemente hermano Smenjkhare, según diversos estudios de serológos y osteólogos) con apenas 9 años, inicia el camino de vuelta a las antiguas tradiciones. ¿O es que le llevan de vuelta a esos caminos? Quien lo sabe, opino que sí, que no le quedó más remedio ¿Qué podría haber hecho él ante el poder en la sombra?

Amparado por el anciano visir Ay y el general de sus ejércitos Horemheb, se comienza a restablecer el culto formal a Amón. La presión del clero amoniano exige un rápido y radical cambio, pero el joven rey criado bajo la corte de Ajetatón, seguramente bajo el amparo de Tiye y Nefertiti, poco sabe de estos nuevos dioses.

Por otra parte, creo que no fue una revolución como tal. Ajenatón simplemente le concedió más importancia a un dios distinto de Amón, y creó una nueva capital para este dios, lo cual no era la primera vez que se hacía. No creo que pretendiese un "monoteísmo forzado", que por otra parte no creo que hubiese sido aceptado por el pueblo.

Por tanto y como resumen, hablar de monoteísmo en el caso de Aajenatón y su culto predominante a Atón, me parece, cuanto menos, inexacto y aventurado. En todo caso un henoteísmo claro.
Lo cual no quita que, con el pasar de los tiempos, se vea de otra forma. Y es que muy posiblemente sirvió de inspiración a cultos venideros…

Y lo dejo ahí, que me he pasado escribiendo y las articulos tan largos se terminan leyendo solo oblicuamente.

Un cordial saludo.

Jc Bukowski

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